lunes, 11 de octubre de 2010 | By: Compañero de Milicia

Hasta la última gota


Que levante la mano quien nunca sintió dolor, que se ponga de pie quien ninguna vez se sintió afligido, que alce la voz el que jamás estuvo tristón. Aunque digas que no estoy recontra seguro que fueron muchas las veces que te pusiste así ¿Por qué causa? No lo se; tal vez nada te salió como lo planeaste o recibiste una mala noticia; quizás un amigo te dio la espalda, quizás tu se la diste. De repente cometiste un error y desde entonces ya nadie te mira igual… Tienes un error y no te lo puedes quitar, eres feo, nadie te empelota… en fin, hay muchas cosas que pueden hacer de tu vida una cinta a blanco y negro.

Por ejemplo, cuando cursaba los primeros años de secundaria me sentía muy afligido al escuchar todas las prohibiciones que vociferaba mi padre al ver la boleta de notas que avalaba mi pésimo rendimiento; entonces decía: “si me fuera bien en el cole mi vida seria normal, y si magdalena [nombre hipotético] me dijera que sí entonces mi vida seria la perfecta”

Hay cosas que con el tiempo llegan a cambiar, como la forma en que miras la vida. También destierras de ti pensamientos absurdos, y quieras o no tu manera de pensar evoluciona [a menos que seas anormal] y junto con eso también evolucionan o cambian tus preocupaciones, problemas o simplemente eso que te pone “de malas”. Y aunque no sé porque razón te harás la vida a cuadritos, si sé que el ser humano esta diseñado para darle buena cara y ganarle a los padecimientos. En el tiempo de la iglesia primitiva había cristianos que sufrían padecimientos [y los sufrían por Cristo. Digno de aplaudir e imitar] y me encanta como el apóstol Pedro, a través de la 1° epístola que lleva su nombre, los consuela en un haz diciéndoles que eso es pasajero y que hay una gran esperanza. Así como ellos nosotros debemos recobrar aliento con la esperanza de que esta vida es corta y que al fin de ella nos aguarda un lugar con 0 tristezas, lleno de alegría y gozo. Pero mientras estemos en este mundo vivamos sonriéndole a los problemas, encegueciéndolos con el fulgor despedido de los dientes [si no tienes aunque sea muéstrale las encillas] soñando y despertando para hacer realidad los sueños y haciéndonos dueños de hasta la ultima gota de esperanza

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